El envejecimiento propicia la eclosión de síntomas psicóticos, principalmente porque es un periodo en que es más frecuente la soledad, el aislamiento, la viudez, la deprivación sensorial, incluso la perdida de estatus económico, todos ellos factores de riesgo para que aparezcan delirios y alucinaciones.
El delirio de robo, esto es tener la firme convicción de que a uno le han robado dinero o simplemente sábanas u otros enseres domésticos es el delirio más frecuente más prevalente en la edad geriátrica y el más frecuente en las fases iniciales de la demencia.
También existe una enorme proximidad clínica entre la depresión y la producción delirante tardía, constituye un continuum patológico que se inclinará a uno u otro lado según el nivel de seguridad interna (psíquica) del anciano.
A todo esto se suma que los déficits cognitivos, más frecuentes en la vejez, muestran el mundo exterior más inquietante, menos previsible, y constituyen un factor de riesgo del delirio de inicio tardío. Existen muchos factores sobre los que se puede intervenir para intentar prevenir la psicosis en esta etapa de la vida.